FRAGMENTOS DE ETNOGRAFIA IV

Un mañana de marzo de 2017, uno de esos días que habíamos intentado hablar con varias personas de la administración y, como nos pasaba en algunas ocasiones, después de horas esperando, no habíamos conseguido que nos atendieran. Eran las 13h y ni la sombra de la palmera que nos cobijaba nos servía ya para protegernos del sol. Souley se reía de mi por el calor que desprendía la rojez de mis mejillas y, con un tono empático pero socarrón, me dijo: “Bueno, ya es suficiente por hoy. Has aguantado muy bien ¿Nos vamos?”. Mi sonrisa le dio la respuesta. Así, que me ayudó a despegarme de la piedra donde estaba sentada y nos subimos a la moto. Al dejar el centro atrás, arrancó la brisa y con ella recuperé el habla y empecé a elogiar las maravillas de viajar en moto por Senegal. Creo que Souley se dio cuenta de que estaba perdiendo completamente el juicio e interrumpió mi embriagadez para decirme: “¿Sabes cómo le llamamos a la marca KTM en wolof? Keur gui, Tali bi, Morgue bi”. Por el retrovisor vio mi cara de incomprensión y volteó un poco la cabeza hacía mí “Significa de casa, por la carretera, a la morgue”. Le increpé por haber interrumpido tan bruscamente el feliz momento, pero fue la frase que resumía a la perfección el sentimiento generalizado de la población. Las jakartas eran máquina de matar. Así que decidí averiguar si se trataba de una mera percepción social o un hecho comprobable. Para tal hazaña y, sin la existencia de ninguna estadística oficial, ni local, ni nacional a mi disposición, decidí hablar con los agentes implicados en la siniestralidad vial: médicos, bomberos y policías.