Llegó un día que el bombero nos invitó a Souley y a mí a tomar un café en su casa. Era la mañana de un sábado y, para resguardarnos del sol, decidimos entrar en el salón donde había dos sofás con un par de chicas adolescentes tumbadas mirando la televisión, mientras tres niños jugaban delante revolcándose por el suelo. Nos alargó tres sillas y nos sentamos en una esquina de la puerta de la entrada. Una brisa, entre los rayos de luz, deleitaba con su presencia intermitente el encuentro. Allí, sentados, se creó una atmosfera de intimidad, como si de tres viejos amigos se tratase. Y, supongo, que la comodidad de la situación hizo que la conversación se volviese más personal. Mamadou, sin abandonar del todo el discurso oficial, acabó confesándonos su frustración e impotencia cuando trataba de gestionar la siniestralidad vial de los jakartamans con la policía. “Como cuerpo del Estado -empezaba- tenemos la obligación de asegurar su protección, pero a los policías parece que les da igual. Los mismos documentos que te entregué a ti, se los he enviado al prefet y la marie: Pero nada. Ya no sé qué hacer”. Parecía, de repente, como si bomberos y jakartamans tuvieran el mismo enemigo en común: la policía. El paternalismo mostrado hasta ahora hacía estos “chicos” conductores de mototaxi, se estaba convirtiendo ante mis hijos en fraternidad. Supongo que Souley también lo notó cuando dijo: “Los bomberos son la fuerza de la población y la policía, de la represión”. Nos reímos ante el lema expuesto y hablamos de las diferencias de objetivos entre la policía y los bomberos. Debe ser una de las pocas percepciones universales que existen, la de que los bomberos están siempre de parte del pueblo.
Estuvimos horas allí, mientras iban entrando y saliendo pesqueros y jakartamans. Algunos con un café en la mano se sentaban con nosotros para ver que hacíamos y, se acabó creando un debate sobre los nombres y los grupos étnicos. Llegamos a la conclusión que la asociación de jakartamans de Ziguinchor está constituida por varios grupos étnicos. Por orden de mayor a menor número de miembros encontramos: mandingas , wolofs , joolas , peuls , manjaks , toucouleurs , serers y khassonkés . Entre mandingas, wolofs y joolas se encuentran la mayoría de los miembros de la asociación, aunque el comité central está formado por un joola, el presidente -joola fogny para ser más precisos- y dos peuls. Las explicaciones que iban surgiendo del motivo de que la mayoría de jakartamans eran de estos grupos étnicos eran bastante curiosas y se basaban más en estereotipos que en análisis científicos. Los comentarios que más se repetían eran que “Los wolofs están en todas partes” o “Los wolofs lo quieren todo”. En cambio, los mandingas eran descritos como “adaptables” o “se buscan la vida”. Y los joolas “son los de aquí”. En otro orden de ideas, también hubo observaciones en relación a que casi no había peuls en la asociación y en cambio había dos en la junta. Aquí lo tuvieron claro: “Los peuls no trabajan si no es para mandar”. Las risas acompañaban estos comentarios jocosos creando un ambiente distendido que, aunque no me sirvió para satisfacer mi curiosidad sobre las causas de estos porcentajes, fue interesante por dos razones: ver las percepciones que se tenían de las diferentes etnias y, lo más importante, comprobar que no todos los jakartamans son wóolofs. Así que volvemos a la conexión con los movimientos juveniles urbanos. El wolof es la lengua vehicular por excelencia de los jóvenes urbanos.