De enero de 2016 a febrero de 2020 en las poblaciones de Ziguinchor y Oussouye, Baja Casamance, Senegal.
Eran las 9 de la mañana del 9 de febrero de 2016 y le Général Keta [1] llamaba a la puerta de mi casa para acompañarme a la gare routière, la terminal de autobuses de Ziguinchor, situada al noroeste de la ciudad, en el barrio de Goumel, relativamente cerca del centro administrativo de la ciudad. En ese momento tenía alquilada una pequeña habitación en casa de Youssouf, en ese mismo barrio, a unos 10 minutos andando de la estación. La tarde del sábado anterior tomando un té en la terraza y hablando distendidamente de mi investigación, Youssouf expuso que no podía hacer una investigación sobre el transporte en la Casamance sin conocer a le Général Keta. Dicho esto, se dispuso a llamarlo y concretó un encuentro entre los dos para el martes a las 9h. Habituada a que quedar a una hora exacta en Senegal era más bien un ejercicio de aproximación que de puntualidad, me disponía a servirme la taza de café, cuando me sorprendió el timbre de la puerta. Youssouf pasó por mi lado y me anunció: “Le Général Keta”, y fue a abrir. Llegué por detrás y vi como entraba y se daban la mano. Era un hombre de unos 60 años, bajito y delgado; con aire nervioso se quitó la gorrilla que llevaba para sujetarla entre las dos manos y sonreírme. Mientras su boca mostraba unos pocos dientes que dejaban intuir lo que podría ser una vida de excesos, sus ojos brillaban como los de un niño ilusionado. Después de las presentaciones, tomamos un café rápido, el primero de muchos luego, y se esperó en la puerta con su rostro amable mientras yo recogía mis cosas para dirigirnos a la gare.
[1] Apodo que utilizaban todos los que lo conocían en referencia a su pasado militar.