Barcelona, 16 de marzo de 2020 (horario tarde-noche). Voy pedaleando por las calles con mi bicicleta repartiendo comida, productos de farmacia y un sin fin de cosas (algunas muy curiosas: desde condones, regalos, paquetes misteriosos, una bombilla de beber mate, frutas, agua, leche, arroz, etc.). Todo es muy poético (o patético) realmente, una ciudad tan vigorosa y libre, la siento triste y vacía.
Pero esta ciudad siempre me muestra su carácter combativo: observo a la gente hablando y haciendo locuras desde los balcones (bailando, poniendo música, gritando, etc.).
Son 20:00 horas y los barceloneses están saliendo a aplaudir a los trabajadores que están en los hospitales jugándose la vida [a veces me imagino que me aplauden a mí mientras recorro las calles, aunque más de alguna vez he escuchado desde un balcón que algún vecino me grita palabras de aliento, Visquen els rider! O Gracias rider! Pero solo sucede algunas veces].
Me siento como un espectro invisible que pedalea por las calles, actualmente vacías de Barcelona.
Después de trabajar todo la tarde y noche, haciendo repartos varios, comienzo con las horas de madrugada. Desde que comenzó el estado de emergencia Glovo no hace más que darme horas de trabajo, he pasado de que me asignaran 10 horas semanales, ahora puedo escoger hasta 13 horas diarias. Continúo pedaleando,
Plena madrugada, exactamente son las 4:40 de las PM, los pedidos gotean, llegan poco a poco pero cada trayecto que realizo me dada la sensación de que la ciudad ha adquirido tintes fantasmagóricos, voy de camino al barrio de Gracia, para entregar una pizza, subiendo por la calle Gran de Gracia, no hay ni un alma, me pongo atención en los grafitis “anti-pandemia” unos de mis mejores “indicadores” para tomarle la temperatura a la ciudad, aprovecho de tomar una foto.
Llego al lugar de entrega, compruebo en la app que el cliente vive en la calle Santa Rosa de Vila de Gràcia, toco el timbre, como es ya casi habitual al tocar el timbre me recibe de una mujer joven, de unos de entre 25 a 30 años, al parecer son los jóvenes los que más utilizan este tipo de servicio.
Entrego el paquete, me subo a la bicicleta y continuo mi trayecto, bajando en contra la dirección por Gran de Gracia, me voy al Raval, a la okupa, a la espere que me salga otro pedido. La ciudad está vacía y oscura, me siento como el rey y amo de las calles, voy solo con mi bicicleta por la ciudad… parezco un fantasma. Pero en el trayecto diviso otros de los “invisibles de la pandemia” que aparece cual espectro nocturno: una mujer mayor indigente caminando –de madrugada- cubriéndose la cara con un trapo a modo de mascarilla, me detengo y le hago una foto, y me pongo a pensar en lo duro que resulta todo esto, me imagino aquella mujer podría ser mi madre, mis hermanas, mi abuela que está en chile, me conmuevo y me quiebro emocionalmente, pienso que ese ser no se lo merece.
Me sobrepongo de aquella escena, y me incorporo a mi recorrido, ya voy por paseo de Gràcia y de repente observo una de las escenas más injustas que me ha tocado presenciar hasta el momento.
Por increíble que parezca veo a los mossos d’esquadra (policía de Catalunya) persiguiendo a los que se resisten al confinamiento, a los indigentes que duermen en plaza de Catalunya, no me lo puedo creer, pero veo un policía pasándole la multa a un “sin techo” mientras otra patrulla hace lo mismo con otra persona que había hecho su guarida bajo un árbol… la policía haciendo el ridículo, paso con la bicicleta, me miran con cara de sospecha, no me dicen nada, continúo pedaleando, observo que además de indigentes, riders y policías, las ratas de manera fugaz o escurridiza también han aprovechado de marcan su presencia… se les ve muy activas.
Ya son las 7:00AM estoy extenuado, ya no puedo más. En esta larga jornada (estoy trabajado de la tarde del día anterior) me he ganado 50€, sin embargo, para poder ganar me he programado más horas de trabajo, hasta las 10:00AM así podré llegar a los 70€, me toca ver el amanecer trabajando.
8:37 horas, suena la alerta de pedido, tengo que ir a la Barceloneta a buscar una caja de cigarros a un quiosco ubicado en la plaza del mercado.
Diferentes imágenes de la ciudad vacía por el confinamiento, comercios cerrados, las terrazas cerradas, no circulan coches particulares, etc.
Con bastante frio y las rodillas adoloridas, me pongo la mochila y salgo de la casa okupa en bicicleta, la ganas de volver a mi país merecen este esfuerzo.
Voy de camino a la Barceloneta, voy bajando por las Ramblas, observo como amanece la ciudad en cuarentena, peatones caminando a un metro de distancia, practicando lo que comienza a conocerse como “distanciamiento social” (a veces), muchos de ellos acompañados de sus perros (todos salen con los perros ahora.
No veo los niños, los pequeños grandes ausentes que desaparecieron de las plazas, la escuela del Raval está vacía. También desaparecieron los turistas y gran parte de los comercios están cerrados, Barcelona la millor botiga del món (la mejor tienda del mundo) está cerrada por pandemia.
Pero los riders, los peatones enmascarados, abuelos kamikaze, las palomas, los ratones y la policía, se disputan la hegemonía por esta excepcional configuración del espacio urbano.